Nada


En la nada absuelta del caos y la perfección, un papel. Un papel suave, libre, vacío, solo... Tranquilo, inspirando el aroma, saboreando la atmósfera, descubriendo el tacto del no estar, asentando su vacío en el no existir del material solido, más que su propia existencia. Rodeado de ondas no sólidas llenas de aportación, llenas de integridad volátil que no le escriben pero le alientan. Con facilidad, una brisa que se presenta, le desplaza entre la nada infinita. De pronto una luz envuelta en un frasco. La brisa deja caer la luz del frasco en él, y del frasco la honesta tinta caída en su ser absoluto. Pero no hay dicciones en la honestidad de la tinta, tan solo su extrema sensación.
Conoce su razón, debe ser existencia sólida, aportación habiendo sido aportado, debe ser voz muda, puerta abierta a la capacidad de imaginación y creación...
Pero esta tinta no dice, y en esta nada no hay. Ahora no conoce su razón, está empapado. Siente esa luz plasmada en tinta, o quizá esa tinta plasmada en luz. Solo conoce la petición de la brisa, el dejarse llevar por el vacío. Nada hay y a nada puede aportar.
El tranquilo papel desistirá ante su razón y existirá papel, será honesto por su tinta y estará en la nada.
Quien quiera ser aportado de honestidad en cada papel que adopte en su vida, que viaje a la nada y se empape de tinta que no dice.

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