Horizonte

Se perdía la percepción de la profundidad y su dimensión.
El tiempo superfluo.
La hondura integral y despreocupada.
La mirada se desintegra en el intento de hallar cualquier posible final al infinito invisible real de la lejanía.
Desde los ojos no se ve hacia afuera, lo que se divisa se introduce dentro.
Dentro un universo abstracto, sin una idea clara, ni una pequeña consciencia de lo que absorbe.
La descontrolada sensación de vacío inmenso desubica la orientación del cuerpo.
Sin cuerpo ni percepción.
Solo emoción de lo astral sin cosmos.
El sonido de la desorientación más extrema.
Un sabor a frío tranquilo, a humedad amable y a sinceras lágrimas de la brisa acompañadas de caricias.
Un aroma de flores que no conoces, de colores que no existen en la lógica terrestre.
Que solo habitan en el horizonte.
Estremecido el alma con la despreocupación de tiempo y espacio, de estar y ser, de sentir y razonar, de volar y reptar...
Las garras de la traicionera te regresan.
Tu visión es visión y no frenesí de emociones hermosas y dignas.

Consiste en algo más que mirar.
Percibir y absorber para crear cielos gaseosos en tu mente, y material imprescindible en tu alma.



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