White night, Lodovico Enaudi


En la noche blanca las velas descansan en cera fría con los cantos del viento aturdiendo las ramas de los árboles de allí afuera. Yo aquí dentro, viendo una noche blanca, blanca y fría, blanca y pura, blanca y hermosa. Aquí dentro, atrofiando mis sentidos, desfigurando rostros que no conozco, aplaudiendo desconocidos, siempre desconocidos misterios de allí afuera. En una caverna, dijo Platón, pues yo veo las manos que manipulan las sombras de la ilusión falsa de mi realidad y de mi verdad. Y no están ahí afuera contigo blanca noche, no habitan en tu cuerpo, en tus dedos, no te sienten. Que abrazo al espíritu aportan tus brazos, que prestigio, en la realidad, absorber tu belleza. Noche blanca que abre mis ojos, que me enseña la piel de las manos mentirosas, tú ahí afuera, yo aquí dentro. Blanca dama bella, acerca tus susurros a la escucha de las manos mentirosas, pronúncialas verdad, que acudan a tu hermosura, descúbreme las sombras y báñalas de blanco, linda noche pura, toca con tu intensidad las siluetas, bésalas. Hondea hasta la raíz de sus cabellos e introducete en sus poros, dales un suspiro de integridad. Los destellos en el frío no agradan por valerse de llamas sino por adentrar calidez y serenidad en los corazones. Blanca noche, obséquiales con tu sensibilidad. Sácame de mis ojos, llévame a ellos cuando estén ahí afuera, en tu regazo, hermosa noche blanca, habitando en tu espalda...
 Y así, arropada con la luna y mecida por las nanas de las estrellas, así sueño con dormir y soñar que buceo en las olas del cielo, en noches blancas y en noches de ausencia.

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