Siendo aura
Sombras feroces como un galopar de mil caballos jóvenes invadidos de furia. Un zumbido constante que abraza, casi estrangula, el frío y el crujido del hielo en los pétalos de las flores blancas y petrificadas. Carroñeros sobrevolando los árboles sufridos por gotas álgidas que caen del cielo. Se anhela un espiral de trances tranquilos sobre los que caen colores ciegos y palabras que pronuncian sacrificios para una puerta que abre y que cierra, que contiene el espiral de fuego, o de hielo, más hielo que en los árboles carroñeros que sobrevuelan otros árboles en espirales sin puertas o puertas que no abren ni cierran ni mantienen lugares de brisas, ni cielos naranjas, ni zafiros en cristales como espejos arañados por besos. Cuatro telarañas en las cuatro esquinas de esta habitación sin puerta, sin espirales y sin llamas de hielo abrasando el fuego que late del corazón hambriento. Se permite una carcajada para describir la presencia de estados anímicos interpuestos entre esa sombra y su o