Después de trabajar con agua, se habla del fuego

Después de que me arda el alma, espero que me escuches.
Lo que hago, para no sentirme sola, es buscar tus ojos en la letra predeterminada del móvil.
Tus ojos son cualquier ojo.
Son tus ojos porque se me antoja que quizá puedas tú, hoy, darme la atención y la admiración suficiente como para dejar de sentirme sola.
Lo malo de la letra predeterminada es que no distingo las tildes de tu intención, ni tampoco escucho tu voz, ni el perfume de tus labios pronunciando.
Si no me entiendes, si no vas ha hacerme el amor para que siga ardiendo, entonces deja de leerme, di cualquier estupidez y lanzaré las letras predeterminadas al vacío.
Sólo quiero hablar de esto.
Hoy he compartido unas horas muy importantes.
Hoy el teatro ha llegado al salón de mi casa y ha encharcado literalmente el suelo.
Y yo, ahora, quiero gritarte que me he sentido viva después de todo este tiempo.
Pero el grito hace eco y desaparece, porque tú no estás para escuchar.
Tú, que ni estás dibujado.

¿Que importa la soledad de las personas?
Es una mentira.

Lo que presiona es el antojo, el capricho, la avaricia, ¡¡la falta de fuego!!

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