Un día cualquiera

La noche llegó después de un tiempo ambiguo.
La dichosa esencia del tiempo,
la grandiosidad del sentido más profundo de la pasión
y de la inercia.
El pozo oscuro de infinitos colores que a veces existen.
La locura de la gente y la ausencia de la gente.
La lógica y la fascinación por lo abstracto.
Y yo, pidiendo a gritos el silencio. Al menos un hueco.
Estoy viva y me agoto. Aún no ha llegado la decadencia. Ni siquiera ha llegado el permiso.
Me pesan las piernas, me lloran los ojos, me tiembla la voz, me falta el aliento...
Una mano endiablada, unida a un cuerpo deformado me ha escupido por las uñas.
No me mira, no me observa, no me dice absolutamente nada.
Es toda su presencia el desorden.
Un vomitivo espectáculo de un día cualquiera,
una improvisación de las horas que me irritan.
Que también os irritan.
Que ocultan los atajos engendrados del vientre de una madre muerta.
De mi paciencia nace una moneda sin filo.
Una moneda o una esfera que flota en el vientre.
De esa esfera, de vuestro vientre, la mierda constante de lo que os alimenta.
Y yo, cansada.
Un cansancio intenso que hule a mierda.
Cansada y enamorada.
Una rueda expensa al olvido de girar.
A los mandos del capitán. Irracional, hipócrita. Guerra e intoxicación de cadáveres.
Hay flanes que se degustan y los hay que no se pueden degustar porque son corridas de elefantes en las cabezas de las hadas.

Y si me entiendes te pierdes y si no me entiendes te vacías.
Y me dicen que no son solo vísceras.
¡Que se muera mi lengua!
¡Que testifique el viento contra mi!
Me hipnotiza el sol, y la luna, y el amanecer, y el anochecer.
Porque soy el himen, y el tímpano y hasta una placenta. Porque soy la sensibilidad del tacto. Las cenizas del fuego y el calor del fuego. Y soy el amante del fuego. Una inmensa placa de hielo, de agua fundida. Y la masturbación del agua. Una gota de lluvia.
El terciopelo que seduce tu espalda y la cera de los oídos.
Estoy tan erguida que podría estrangular el cuello de las estrellas. No me tumbo porque me duele la vida si me tumbo. Porque quiero besar el cielo. Y dormir en la inconsciencia del sueño. Arrodillada a la mente incesante del sueño. Del filo de las criaturas que ensombrecen las sombras.

Y que se lleve todo esto una serpiente doncella, nítida en el vacío.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pez borracho como un condenao...

Una tierra oxidada

En el frío