Dicen

Dicen que las trincheras están llenas de pena y que las conversaciones tiemblan de miedo.
Dicen que no vale nada mi dolor. Que cesa cuando hay trompetas en la noche de descanso.
Dicen que las consecuencias se graban en el barro que nace de mi sangre.
Dicen que matar el ruido es escuchar mi sufrido clamor, embarazar mi espalda con existencia espesa y desprevenida que no se preocupa de la vida que nazca de ella.
Dicen que no hay magia que haga de ti instrumento perfecto del arte, que no asciende la intensidad de tu alma y tu pasión acorde a la atmósfera perfecta del universo impreciso.
Dicen que tus brazos tienen que elevarse para alcanzar su armonía, que no hay viento lo suficientemente fuerte como para elevar tus pasos delicados y ser belleza en el circulo perfecto quebrado del la hermosa trenza del arte.
Dicen que la muerte está prensada al tiempo que pesa en la piel de los cuerpos inmortales.
Dicen que las sonrisas se nublan cuando se turban por las aguas sucias que beben y que huelen.
Dicen que los árboles esconden la esencia de la perfección vital, que en sus ramas florece la compasión y el amor a la desnudez del mundo.
Dicen que ya no se besa el amor, que el amor se ha extinguido, que se quedó perdido cuando llegó el huracán que se llevó toda la sencillez.
Dicen...

Dicen que todo lo que dicen no es verdad ni mentira, que las palabras quedan en estado de evaporación cuando salen del aliento, o cuando se introducen en una voz muda sin música. Que las palabras se elevan y se pierden en las nubes, que solo se abrazan si te adentras en ellas, si naufragas en sus cuerpos, si te dejas empapar por cada letra, por lo que esconden, por la clandestinidad de su profundidad.

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