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Mostrando entradas de agosto, 2012

A una difunta, por una que escarba

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Por favor. Déjame compartir esta muerte. Me desgarra, desnuda, deslumbra el cofre abierto que se deja llenar. No tengo la fuerza que se acerque a expresarte esto que abanica mi sangre. Destroza mis huesos, desgarrarme los músculos con tu voz. Que lágrimas ambiciosas, sedientas. El tiempo es justiciero, y yo me caigo en tu sonido, querida mujer. Buen día señora, señora que llora, señora que tiene tanto que gritar. Mátame con el arte que nace en tu fuego, en el arder de tu corazón. ¿Qué transmites? ¿Qué me dices? Limpiar ahora palabras que intentan abrazarte, envolverte y mostrar lo que tu voz de serpiente, de una serpiente apasionada, de un lagarto más vivo que la vida misma, escupe sin piedad. Áspera y tremendamente bella. Perdona mi osadía, intento escribirte desde mi más sincera humildad. No soy nadie, y esta nadie intenta implicar a tu esencia en su ilusa composición. No hay nada aquí, en estas letras, que digan todo lo que tengo que decir. Me muero, querida, perdona